miércoles, 5 de abril de 2017

“LA DANZA PERDIDA: 

identidad, evolución y fe”


El significado de esta danza es la conquista de México, antiguamente se representaban tres artes; teatro, música y danza y se escenificaba la llegada de los españoles al puerto de Veracruz, hasta la caída de Moctezuma.
La danza de la pluma es una danza guerrera y probablemente por eso está integrada solo por varones, a excepción de los papeles de Malintzin y Doña Marina que son representadas por dos niñas. Al brincar los danzantes demuestran la gran energía, la habilidad; ésta es una característica que se considera para ir asignando los puestos que ocuparán los danzantes.



La danza de la pluma es de las joyas culturales más importantes del estado de Oaxaca, México, orgullo de los zapotecos y símbolo emblemático de la guelaguetza .No solo es rico y fastuoso desde un punto de vista estético, sino también desde una concepción simbólica y ritual, cuyos orígenes datan de la época colonial en el siglo XVI, con antecedentes desde la época prehispánica como una danza que el pueblo mexica realizaba en honor de la diosa Centeotl o Diosa del maíz y de su similar del pueblo zapoteco la deidad Pitao Cozobi.


Es en las primeras décadas del siglo pasado (siglo XX), en uno de los pueblos de los valles centrales “ La Trinidad ” perteneciente al municipio de Trinidad Zaachila, Oaxaca, lugar de hermosas tradiciones, como son la danza de la pluma, el carnaval y los concheros. Que en honor de una festividad religiosa dedicada al Santo Patrono de la Santísima Trinidad (de ahí el nombre del pueblo) y con motivo de estas celebraciones, tiene lugar en dicha localidad la famosa “Danza de la Pluma”, también conocida como “Danza de la Conquista”.



Existen diferencias regionales que son identificables en la danza, por ejemplo en Teotitlán del Valle (lugar que visitamos), los brocados y grecas en las vestimentas tratan de significar un apego a sus raíces y su pueblo, replicando estos motivos geométricos que están presentes en los vestigios arqueológicos de un “palacio” adosado a la iglesia y en las piezas prehispánicas descontextualizadas que se encuentran presentes en diversas partes del recinto religioso.

Otro punto importante referente a este tema es el tocado de plumas (penacho), que inicial e históricamente constaba únicamente de manojos de plumas de tres colores (verde, blanco y rojo), en Teotitlán, existe actualmente una rica gama de diseños y colores en los tocados que son fabricados artesanalmente por amantecas (trabajadores de plumas) y maestros de danza de la región. Cabe resaltar, que el vestuario igualmente es teñido con tonos naturales que se obtienen de diversas raíces y plantas, como lo es la grana cochinilla que se extrae directamente de una bacteria que ataca a las nopaleras.


Las generalidades de la danza, nos mencionan que esta se compone de dos bandos antagónicos:
El primer grupo es el de los españoles , formado por Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, 2 pajes, 1 sargento, 1 teniente, 2 soldados y 1 alférez; este último, enarbola la bandera española. El segundo grupo es el de los aztecas, figurando aquí el emperador Moctezuma, dos teotiles, dos capitanes de puerta y cuatro reyes. En Teotitlán, esto se ha modificado y adecuado a la actualidad de la comunidad, que busca rescatar por todos los medios la identidad zapoteca de la danza y que ha excluido al bando español y lo ha suplido con 18 danzantes representando al bando indígena.

También se encuentran uno o dos “Bene Gop o Campos”, conocidos como los negritos, aparentemente su papel es muy denigrante, pero en realidad no, el “campo” ocupa el lugar de un danzante cuando éste falta, por lo tanto debe saber bailar, estos personajes siguen toda la danza protegiendo a los participantes y ayudando a la participación activa de la comunidad.


El público se ha quedado con la tradición de que el campo solo sirve para robar besos, incluso a los niños les causa miedo. En la escenificación antigua entraban dos bandos, el de Cortés y el de Moctezuma, la función del “campo” era vigilar que estuviera haciendo el otro bando y no llegaba a avisar con palabras, si no con puras señas, al ir de negros se confundían con la noche. En la danza de la pluma solo hay dos personajes femeninos; doña Marina y la Zihualpila. Doña Marina es la persona que acompañaba a Cortés porque tenía la habilidad de entender el náhuatl y el español. La Zihualpila es la esposa de Moctezuma, a ellas se les conoce comúnmente como las malinches. El baile que hacen las malinches representa la disputa del penacho de Moctezuma, simula una pelea. La riqueza cultural que significa la danza y la carga simbólica con la que los participantes retratan la historia y la manera en que esta converge con la actualidad de los zapotecos de Teotitlán del Valle es digna de estudio y de admiración, la idea es formar un vínculo con la comunidad y que ellos sean los beneficiados principales con la realización del documental “La Danza Perdida”.


El culto a los dioses tutelares de Palenque 


Los templos que forman el Grupo de las Cruces en Palenque fueron concebidos como la imagen del universo, simbolizando los lugares míticos donde habían nacido los dioses tutelares de la ciudad: el Templo de la Cruz, dedicado al Dios Sol Celeste; el Templo de la Cruz Foliada dedicado al Dios K’awiil, patrono de la agricultura y del grupo gobernante; y el Templo del Sol, dedicado al Dios Escudo de Rostro Solar, que personificaba al sol en su trayecto nocturno y era el patrón de la guerra. Los portaincensarios fueron parte fundamental de las ceremonias religiosas en dichos templos, como se ha notado al leer las inscripciones glíficas, las que mencionan su nombre: Ox p’uluut k’u, “dioses-incensarios”. Estos objetos se usaban aproximadamente 20 años; al término de este tiempo morían simbólicamente y eran sepultados en los basamentos de los templos. El cuerpo cilíndrico estuvo decorado con imágenes del Dios Celeste y del Dios Escudo de Rostro Solar, y en menor número con rostros humanos, antepasados que también eran venerados. En la parte superior se colocaban los braseros para quemar copal junto con la sangre obtenida del autosacrificio. La costumbre de renovarlos continuamente explica por qué se han encontrado tantos ejemplares: a la fecha, más de un centenar. 



Por George Gammel Angell