miércoles, 1 de febrero de 2017

EL TAMAL: UNA TRADICIÓN VIVA


La importancia cultural del tamal es enorme, como lo muestra la Arqueología, era sustento tanto para la gente común como para nobles y sacerdotes, tal como lo describe Fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de la Nueva España siglo XVI  y otros autores de menor antigüedad.

Fue de gran relevancia en rituales religiosos, en ofrendas y tumbas.

Su preparación y consumo formaban parte de ceremonias especiales o de ayuno: en la fiesta del Atamalcualiztli (ingesta de los tamales de agua), la festividad de Izcalli al final del año junto con el ritual del Huauhquiltamalcualiztli, donde se preparaban tamales especiales de amaranto llamados huauhquiltamalli o chalchiuhtamalli; se ofrecían a la deidad del fuego y a los difuntos, honraban a los niños recién nacidos, se usaban en los rituales de matrimonio e, incluso, como suministro a los guerreros.

En la obra mencionada, Sahagún dice: 

“Comían también tamales de muchas maneras; unos de ellos son blancos y a manera de pella, hechos no del todo redondos ni bien cuadrados… Otros tamales comían que son colorados…”

Aunque existe un estudio de investigación que registra 370 tipos de tamal en todo el país, se calcula que la variedad de tamales es de más de 1,000 en todo México. Dentro de esa inmensa variedad, los tamales se distinguen, en la mayoría de las entidades federativas, ya sea por el tamaño (los hay en miniatura, pequeños, grandes y tamaño familiar), por la presentación (envueltos en hojas de maíz o de plátano), por el relleno (de frijol, de huevo duro, de pasitas, de semillas, con guisados de carne de res, de pollo o de puerco, de mariscos o pescado), por su color (amarillos, blancos, rojos, rosas, verdes), por su sabor (dulces, picantes, salados), horneados o cocidos y hasta por la fecha en la que se acostumbra su preparación y consumo.

A manera de anécdota, cuentan que por ahí de principios del siglo pasado, algún pomposo y barroco poeta provinciano se expresó así: 

“Los tamales, tan antiguos como México mismo, eran deliciosos pastelillos de maíz envueltos en listoncillos naturales que, saliendo de la vaporosa olla, estaban destinados para adornar al igual que las mesas de los emperadores aztecas, las meriendas de las fiestas mexicanas”.

Y no estuvo tan perdido, pues así como en el pasado, los tamales son parte importante de las comidas diarias de los mexicanos; no se diga en los bautizos, las bodas, los cumpleaños, en las posadas de temporada navideña. También se usan, específicamente, como ofrenda en las fiestas del Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) y del Día de la Candelaria (2 de febrero).
La tradición dicta que la persona que encontró un pequeño muñeco representando al Niño Dios dentro de la Rosca de Reyes (5 de enero) debe invitar los tamales el Día de la Candelaria a los comensales presentes.





Alejandra Salazar


Fuente consultada:
•Verti, Sebastián; “Esplendor y grandeza de la Cocina Mexicana”. Primera Edición, Noviembre de 1994; Ed. Diana.

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