martes, 21 de marzo de 2017

El traslado de la Piedra de los Tecomates

La historia comenzó a 33.5 km de la Ciudad de México, en San Miguel Coatlinchán (del náhuatl cóatl, serpiente; in, prefijo posesivo de tercera persona del plural; y, chantli, hogar: "la casa de las serpientes", en el actual municipio de Texcoco, Estado de México. En 1889, José María Velasco pintó un monolito que se encontraba en las cercanías del pueblo -en la cañada de Santa Clara- pensando que era Chalchiuhtlicue. En 1903, Leopoldo Batres afirmó que se trataba de Tláloc. Años más tarde, Jorge Acosta, en un oficio de 1958, lo llamó simplemente "monolito". Para 1964 se decidió trasladarlo a la Ciudad de México, para enmarcar al entonces recién constituido Museo Nacional de Antropología. Pero para la comunidad de Coatlinchán, la historia comienza desde sus abuelos, quienes convivían familiarmente, inmersos en leyendas alrededor de la cañada del agua.


Fue hallado en San Miguel Coatlinchan, Estado de México, de donde fue extraído en 1964 para ser colocado fuera del museo, con el apoyo del Ejército Mexicano ante la oposición y sabotaje de los pobladores de Coatlinchan para evitar su extracción y traslado. Si bien es conocido popularmente como Tláloc, algunos investigadores como Alfredo Chavero la identificaron como Chalchiuhtlicue, la deidad femenina del agua.

“… Un día, vino personal del Gobierno a platicar con los delegados y maestros, pues querían llevarse el ídolo a la ciudad. Aunque la comunidad no estaba totalmente de acuerdo, se llegó a un arreglo. Días más tarde comenzaron a agrandar el camino de la carretera a la cañada del agua; desenterraron al colosal monolito hasta liberarlo; lo amarraron con cables de metal a una estructura que lo sostendría, para luego colocarlo sobre una plataforma. Los habitantes, aún incrédulos, amenazaba al personal que llevaba a cabo la movilización”.


En las últimas décadas del siglo XIX, era un paseo obligado la visita a la gran escultura que se hallaba acostada en la Cañada de Santa Clara, en las laderas de la Sierra Nevada, lugar donde confluyen dos arroyos.

Se sabe que Batres fue el primero que tuvo la intención de trasladar el monolito a la Ciudad de México en un tren de carga, pero su enorme peso y tamaño lo hicieron desistir de tal empresa. En el traslado, además del arquitecto Ramírez Vázquez y los ingenieros Cué y Valle Prieto, también participaron los arqueólogos Luis Aveleyra y Ricardo de la Robina.

Para poder levantarlo “se construyó en la cantera (donde el monolito se hallaba depositado) un armazón de viguetas de acero que permitió alzar el monumento con cables del mismo material”. También se diseñó un remolque especial doble con más de 20 ejes, jalado por dos tractocamiones, capaz de soportar más de 200 toneladas, “una gigantesca plataforma rodante”.


A las tres de la mañana del 16 de abril de 1964, el enorme monolito de siete metros de alto, con 167 toneladas de peso (el más grande del Continente y uno de los cinco más grandes del mundo), irrumpió las calles del pueblo, arrastrado por dos cabezas de trailers, escoltado por militares, policías federales de caminos, arqueólogos y arquitectos.

A su paso el pueblo salió para despedirlo con música y cohetes. "La gente tenía mucho amor a la piedra de los Tecomates; cuando se la llevaron, los que en ese entonces éramos niños, salimos a darle la despedida, cantando y echándole confeti, flores y ¡vivas!, mucha gente lloraba y decía: ¡mataron a la población! Este pueblo ya quedó borrado del mapa, sin el Tláloc nadie vendrá de visita, de qué vamos a vivir.


A la salida, por el camino, los vehículos se atoraban entre árboles y casas, por lo que tuvieron que cortarlos en algunos techos. La salida se efectuó por la carretera de Texcoco, pavimentada para la ocasión. En Los Reyes, otra banda de música salió a la carretera en honor de su dios. Con una velocidad de cinco kilómetros por hora, tomó un tramo de la carretera a Puebla y siguió por la avenida Zaragoza.

El 16 de abril de 1964, la imponente escultura prehispánica, llegó a la Ciudad de México bajo un torrencial aguacero que inundó varias colonias; tras una jornada de más de ocho horas se logró su traslado desde el pueblo de Coatlinchán, en el Estado de México. Al caer la noche, se detuvieron en San Lázaro, para continuar la marcha por Reforma. Extrañamente, a las 20:40 horas cayó una tormenta que inundó diversas zonas de la capital. "Las compuertas del cielo se abrieron", con fuertes lluvias que muchos atribuyeron a los poderes del dios.

Muy posiblemente se trate de Chalchiuhtlicue, deidad femenina del agua y contraparte de Tláloc, esto apuntan teorías de expertos en iconografía, cabe resaltar que la pieza no fue terminada.



Para saber más:
Tláloc, la nostalgia de un pueblo, Judith Katia Perdigón.

Recomendación:

“La Piedra Ausente”.

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